PROGRAMA DE VOLUNTARIADO

VOLUNTARIADO UAH/UNAN-LEÓN
Estudiantes de la Universidad de Alcalá de Henares, participantes en el programa de voluntariado en la Universidad Nacional Autónoma de Nicaragua, León. Reserva Natural Isla Juan Venado
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Tradición Culinaria
Tratando de investigar un poco acerca de los recursos naturales que nos rodean y sin ir muy lejos me decidí a buscar ayuda con un docente de la Universidad (UNAN-León) el M.Sc: Oscar González, y así logre llegar hasta la Reserva Natural Isla Juan Venado (RNIJV), la cual se ubica a 22 km de la ciudad de León (Nicaragua; entre la comunidad de Las Peñitas y Salinas Grande. Sin duda alguna mis objetivos de dicha tarea no era precisamente conocer sobre comidas, gastronomía o el arte culinario pero las circunstancia en las que me he encontrado han sido las oportunas para realizar este pequeño escrito.



Una aventura.........
Desde hace aproximadamente un año he estado en esta cirscunstancia, por motivos personales y muy ajenos a mis responsabilidades como estudiante. Inconscientemente actué de forma errónea mostrando una imagen equivocada de mi hacia mis docentes, opinión que para mi es muy importantes y validas..............



PROGRAMA DE EDUCACIÓN AMBIENTAL 2010
Repite Sandra González

AVENTURA EN EL MANGLAR DE LA ISLA JUAN VENADO......
Sandra González  (http://guiaccion.es.tl)

Al otro lado el charco..... (Relatos de estudiantes de Alcalá en Centroamérica).
Sandra González y Estrella del Mar Tena descansando
después de un día extenuante (2008).

Nuestra estancia en León, se enmarca dentro de la cooperación medio ambiental. mi compañera Estrella del Mar y yo, nos embarcamos rumbo a León, con la tarea de apoyar la elaboración de un proyecto en la Reserva Natural Isla Juan Venado, que intentase evaluar el impacto de la tormenta tropical Alma, a su paso por dicha Reserva. Cuando llegamos a la ciudad de León, nos quedaba todo por hacer. Nuestras primeras semanas fueron algo caóticas, al tener que poner de acuerdo a todas las partes implicadas en dicho proyecto. Después de reuniones, de viajes a la isla propuestos, de búsqueda de financiamiento y de tutores, pusimos al fin, comienzo al proyecto.

En esta aventura, nos acompañaron nuestros tutores Oscar González y Javier Rafael Aguirre a la vez que también participaron, los tesistas, Mayte, William y José, que aún continúan en ello. Fueron los encargados de enseñarnos el duro trabajo de campo en latitudes tan desconocidas para nosotras como son los trópicos y ecosistemas tan impresionantes y extremos como los manglares.

Pasamos una estancia de tres semanas muestreando parte de la Isla Juan Venado. En ella, tuvimos que estudiar en las parcelas, previamente elegidas al azar, que especie y que grado de afectación tenían tras la tormenta. Había parcela de muestreo, cuyo acceso no era del todo complicado, pero en la gran mayoría de ocasiones, las parcelas presentaban un grado de acceso muy dificultoso.

Tuvimos que saltar, arrastrarnos por lodos y fangos pestilentes, además de atravesar caletas (lagunas temporales) sin saber la profundidad exacta de las mismas. Experimentamos malabarismos impensables en nosotras, soportamos temperaturas y exposiciones al sol extremas, aguantamos olores y humedades intensas y sofocantes. Era un infierno terrenal. La experiencia resulto agotadora físicamente. Nos movíamos entre la desesperación y el agotamiento mental y físico. Y llegada la tarde, nuestros cuerpo se sumía en un profundo cansancio y en una relajación por saber que el muestre había llegado a su fin por ese día. Aunque el trabajo era agotador, mi compañera y yo, queríamos demostrar al resto del equipo y sobre todo a nosotras mismas, la valía y el espíritu de superación. El esfuerzo físico extremo te fortalece no solamente física sino psicológicamente. Desarrollamos fortaleza, disminuimos limitaciones y frenamos nuestros miedos. Nos sentíamos orgullosas de nosotras mismas, porque cada jornada era una superación lograda.

Después del trabajo, tumbadas en una hamaca o bien en la playa observando el atardecer, allí estábamos solamente nosotras y el medio natural, descansando y compartiendo largos silencios (como si fuésemos capaces de comprendernos mentalmente), con la diferencia de que en ese momento experimentábamos la sensación de estar en el paraíso.


Además, en esas situaciones dónde la comodidad brilla por su ausencia, y una se rodea de una austeridad completa, se aprende a valorar los lujos y se demuestra a uno mismo que se puede vivir, con la mitad de cosas que poseemos.

Es una experiencia única e incomparable, el estar en plena naturaleza, sintiéndote parte de ella, sumergiéndote en su esencia. Aunque fue duro, se que las dos moveríamos a repetirlo.

Muchos de los buenos momentos y de todo lo que sacamos en claro de esta experiencia, sin duda, se lo debemos al apoyo incondicional y a la tremenda paciencia que Oscar y Javier, presentaron diariamente.

Nos consta que se lo pasaron estupendamente con nosotras, por la cantidad de risas y bromas que extraíamos cada jornada, pero, además de conocimientos científicos, nos enseñaron a amar lo que uno hace y a ser profesionales en lo que uno trabaja. Gracias a ellos, por todo lo bueno y mucho que nos aportaron.